jueves, 1 de noviembre de 2012

CASO TOGNOLI - TODOS TIENEN COLA DE PAJA


            Cuando el ministro de gobierno dice que con lo sucedido “no hay que tener cola de paja”, creemos todo lo contrario, que todos tienen cola paja y valentías de algodón.
El escándalo desatado por el accionar del ex jefe de policía de la provincia de Santa Fe Hugo Tognoli abraza a todo el Estado y al estabhlismen político provincial. Es más, esta ligazón fue largamente denunciada y se mantuvo latente a lo largo de los años en un permanente reclamo en diversos sectores sociales de opinión y de lucha. La existencia tolerada de una “política en la policía provincial perforada por el narcotráfico” no debe sorprender a nadie en esta región del país. Y No solo es patrimonio de esta provincia, es un problema nacional y abarca a todo su territorio sin límites de jurisdicciones.
Quienes se rasguen las vestiduras y clamen su inmaculada inocencia política sobre el caso Tognoli o su ignorancia sobre este tema que hoy azota nuestra sociedad, no hace otra cosa que alimentar las inseguridades y especulaciones de todo tipo, sin descartar los cálculos electoralistas en esta provincia. Esta actitud está cargada de hipocresía e intenta disminuir y tapar las responsabilidades políticas, que son verdades conocidas desde hace décadas, Vernet, Reviglio, Reutemann, Obeid, incluidos sus dos mandatos que sumaron dieciséis años,  todos pactaron con la estructura policial delincuencial. Eso también es parte de la verdad.
De la misma manera que son un mamarracho las declaraciones del gobierno provincial que fue sorprendido en su “ingenuidad” por la “malicia” de un gobierno nacional que no le informó las investigaciones realizadas desde un ente federal al gobernador Bonfatti. Esto nos hace recordar a los santafesinos, y salvando las distancias, se asemeja a la farsa  del mismísimo Carlos Alberto Reutemann en las formas  de su actuación ante la inundación del 2003, cuando dijo “A mí nadie me avisó”. Al Gobernador Bonfatti “nadie le avisó” de lo que ocurría en la provincia de Santa Fe en el ámbito policial, desde hace larguísimo tiempo.
O vivía en otro país o su actuación es patética.
Al hablar de acción política sobre estos hechos destapados, recomiendan ante todo una reflexión democrática profunda que no sólo se debe reportar como cuestionante. Es nuestro deber como Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos  ser confrontativos, debemos anteponer con valentía sus antagonismos históricos en todo este accionar dejado a la luz y a los cuales no les debemos temer, todo lo contrario, debemos oponer una participación activa de toda la sociedad democrática, porque no hay que desconocer que actúan sobre las fuerzas de seguridad sectores e intereses corporativos no sólo delincuenciales sino también grandes intereses políticos económicos minoritarios pero de gran poder social.

La “reorganización”, la “transformación”, la “depuración” de las fuerzas  de “seguridad”, póngasele el titulo o la disertación que se quiera poner, es un tema de larga data en Argentina y en Santa Fe en particular. Sea con el gobierno que sea, todos elegidos por el mandato popular, todos han expresado lo mismo “a la policía no la podemos controlar”. Todos han negociado áreas liberadas, espacios de control delincuencial y muchos han recogidos los diezmos para las cajas políticas de dicho accionar.
Desde el mismo comienzo de la  restauración democrática en 1983, ha sido un reclamo ciudadano, provincial y nacional de distintos sectores sociales, y de los organismos de DD.HH en primer lugar, el desmantelamiento de los aparato represivos y de control ciudadano.
En el terreno provincial Nadie recogió el sayo.
Todos declamaron compromisos, pero ninguna fuerza política a cargo del gobierno dio un paso hacia la conformación de fuerzas de seguridad de caracteres nuevos y democráticos. Todas remendaron su contingencia represiva
Todas las fuerzas policiales provinciales fueron escaladas en la violencia para-estatal por el Terrorismo de Estado de 1976 a 1983, por acotar un período específico en el tiempo actual, pero sin desconocer que su historia represiva sobrepasa largamente esta fecha. La policía provincial posee un largo historial de comportamientos antidemocráticos, con represiones de principio de siglo a favor de los más poderosos o su acción de servidumbre hacia intereses económicos inculcados por el poder político como fue el caso de la Forestal inglesa, persiguiendo y reprimiendo sus activistas sindicales y políticos llegando incluso a sus asesinatos. Tampoco desentonó con el primer golpe de Estado cívico militar que se produjo en Argentina en 1930, su accionar innovador fue el fusilamiento de anarquistas. El albañil y canillita Joaquín Penina fue desaparecido y fusilado clandestinamente en Rosario a solo cinco días de este golpe cívico militar entre el 9 y 11 de septiembre de 1930 junto a las orillas del arroyo saladillo de Rosario. El otro galardón que también posee la policía santafesina y otra vez en Rosario, fue la desaparición del médico comunista Ingarinella en 1953. Fue utilizada durante todo este periodo desde el golpe de 1955 como acompañante necesario de las FF.AA en cuanta represión se efectuada contra la ciudadanía o el movimiento obrero. En la década de 1970  hasta 1973, tuvo a su cargo directo las desapariciones junto a fuerzas del Ejército del obrero Telésforo Gomes, del estudiante Brandazza. Solo por citar estos dos nombres, más los asesinatos de estudiantes y trabajadores efectuados durante el Rosariazo. Conforman una larga lista de crímenes de lesa humanidad de esta fuerza provincial que llamamos de seguridad.
En los últimos cuarenta años no dejaron de ser escaladas hacia el control social, en una mezcla sin solución de continuidad, estructuradas de manera acorde a los aires de la doctrina de seguridad nacional tan en boga y aún existentes, se sucedieron en la doctrina neoliberal de hacer de primer muro de contención del descontento y resistencia popular.. En tiempos democráticos ningún gobernador, ningún poder legislativo se enfrentó con su pasado real, y debemos agregar la connivencia judicial que le ha dejado hacer lo que quieran.
Sus recaudaciones económicas de la prostitución institucionalizada, el juego clandestino de quínelas y casinos o cuevas de la timba, fueron una acción ensobrada de billetes que en algún cajón de la casa gris iban a parar. La institución policial fue tolerada en su accionar social por el poder político y judicial hacia el delito.
Pero debemos destacar que la diferencia que se operó durante el Terrorismo de Estado fue la conformación de grupos autónomos de interfuerzas de “seguridad”, bandas de saqueadores y secuestradores, asesinos y ladrones, con infraestructura estatal y con padrinazgo y dirigencia exclusiva de jefes militares del segundo cuerpo de Ejército. Con lazos empresariales que se han mantenido en las sombras. Empresas como Acindar, John Deer, FIAT, Swift, por nombrar solo algunas, se constituyeron en aportantes económicos de estos grupos terroristas de estado, incluso comenzaron a estructurarlos durante 1975. Recordemos el operativo lopezrreguista contra las fábricas y el pueblo combativo de Villa Constitución. Este accionar se produjo antes y durante la Dictadura Cívica Militar 1976 -1983.
La mentalidad de su accionar sin límites fue desatado y librado de su bozal, militares y policías conformaron patotas por todos conocidos como la “pesada” a plena luz del día o de noche, temidas incluso hacia el propio interior de su cuerpo policial. Se había roto así definitivamente todo resquicio de constitucionalidad. Todo este periodo diferente a los anteriores golpes de Estado dejó una larga lista de cuadros represivos. Esta instauración de grupos operativos selló un hecho desgraciado y cobarde para el periodo democrático iniciado en 1983. Sus jefes más promiscuos y asesinos  fueron sostenidos luego por los gobiernos electos por el voto popular. Sobre semejante base no había porque sorprenderse, la heredad de semejante fuerza de “seguridad” se transformó en “dinastía” de cuerpos delictivos legalizados e intocables.
Queda claro que con el advenimiento de la democracia nunca volvieron a reencausarse. Habían acumulado tal poder de conocimiento y entramado social hacia todo tipo de delitos que justamente eso la constituía como una fuerza temible y de poder en toda la provincia.
Ante cualquier intento de ponerlas entre calzadores, se chocaba con su chantaje de montar operaciones de “inteligencia y coerción” pues poseían archivos sobre todas las fuerzas políticas y las agachadas de muchos de sus representantes más ilustres. Estas maniobras tuvieron sus resultados. Los gobiernos fueron remisos e incapaces de alguna acción profunda hacia ella. Es más, la realidad dio vuelcos de campana, algunos de sus comisarios se convirtieron en representantes políticos de comunidades medias o pequeñas y por el voto popular sea en intendencias o diputaciones.
Las bandas dejadas por la dictadura nunca se desarmaron del todo, y comenzaron a operar en otros rubros. Desde el robo de los documentos que la comprometían de la CONADEP provincial en los tribunales de Rosario, los asaltos a camiones recaudadores cuando Cevallos era ministro de gobierno de Vernet, el abigeato de animales en regiones rurales, incluso el saqueo descarado de campos ubicados frente mismo del cuartel de los Pumas en el norte provincial con ganado vacuno subido a camiones en sus mismas narices o ellos haciendo guardia, los asesinatos del gatillo fácil en Santa Fe y Rosario, la piratería del asfalto en el triángulo de las bermudas del sur provincial en combinación con la policía de la provincia de Buenos Aires, el robo de camiones con municiones a armerías privadas, el denso tráfico de armas menores hacia bandas mixtas u obedientes, el entramado con malandrines que se ocupaban de la trata de personas en general chicas menores de los barrios más pobres, sus suministros a los “cabaret de la soja”, “los accidentes” y muerte de dos jefes de drogas peligrosas, o de agentes que denunciaban delitos, se transformaron en policías “suicidados” con su arma reglamentaria sin nota de suicidio y disparo efectuado con su mano menos hábil.
Estos hechos son sólo algunos casos que podemos mencionar. Fueron índice que nada detendría su accionar de mafias bien organizadas, recaudadoras, impunes y corruptas. Pero lo peor es que fueron y son apañadas por el mismo poder que se sirve de ellas. Hay una doble acción entre ambas, la interna policial juega sus cartas políticas y la interna de la política provincial juega también sus “contactos” en la interna policial.
Cuántas veces se dijo que la provincia de Santa Fe era un gran portavión encallado donde descendían avionetas del Paraguay con drogas y contrabandos. Cuántas veces se denunció la connivencia narco policial en los barrios más pobres y en los boliches de jóvenes, bailantas o hinchadas de fútbol con sus disputas sangrientas de territorio. Es más dentro de las mismas fuerzas policiales se produjeron estas disputas, y con otras fuerzas nacionales e internacionales. Hay que recordar aquí la camioneta cargada de cocaína del Ministerio Nacional de Bienestar Social o las exportaciones de palo borracho a Italia desde una localidad de no más de 300 habitantes cerca de San Javier denominado Colonia Francesa con troncos llenos de droga.
            ¿Cuántas fugas de narcos de las comisarias provinciales se produjeron. O acaso estas disputas no llegaron a las cárceles? Recordemos la masacre de Coronda con sus pabellones abiertos por la complicidad penitenciaria, o ¿quién abastece a un conocido ex juez federal preso por delito de lesa humanidad del polvo blanco que alegra sus días? El espíritu santo no es. O acaso no son chantajeados o abastecidos, algunos periodistas, políticos, empresarios, profesionales, y sindicalistas que adolecen del mismo vicio enfermante?

El narcotráfico y el narcoconsumo establecen relaciones de poder, entrelazamientos, connivencias, sobornos, amedrentamiento sobre todo el cuerpo social. Esto las cúpulas altas y medias policiales lo saben manejar desde hace largo tiempo en la esfera política, judicial y económica.
Ante todo es un negocio en efectivo y en dólares. ¿Quiénes son las financieras que lo facilitan, quiénes son los protegidos por el poder policial, político y judicial en la provincia? Las grandes ciudades necesitan un abastecimiento diario de consumo de cocaína, marihuana o paco escalado socialmente, que ya sobrepasa decenas de kilos. Multipliquemos por un año y se verá que lo que se descubre es solo la punta del iceberg. Este naufragio social, este azote delictivo es instituido e institucionalizado como inmunidad política, judicial y delictiva por este flagelo.
Hace mucho tiempo que los Estados son generadores impunes de la propia inseguridad porque antes establecieron condiciones inseguras de legalidad de lo ilegal. Con la impunidad y la corrupción establecieron condiciones sociales para su desarrollo.  Con la precariedad laboral y la desocupación, establecieron las condiciones de desigualdad y quiebres sociales con daños masivos. Con la incapacidad educativa en miles de chicos pobres establecieron una desorganización descomunal que lleva años produciendo verdaderos ghetos en los barrios más pobres y cada vez se extiende más. La inseguridad social es un fenómeno que debe reconocer la inseguridad política y del Estado constituida por quienes deben gobernar y fracasan una y otra vez en construir políticas para que estas sociedades sean más igualitarias y menos inseguras.
El 27 de diciembre de 2007 le preguntamos al gobernador Binner qué pensaba hacer con la policía santafesina. Contestó que él partía del supuesto de que toda la policía era buena. Alicia en el pais de las maravillas no hubiera estado más candido que la respuesta dada por su incapacidad y falta de valentía política en enfrentar lo que hay que enfrentar y lo que hoy hay que enfrentar, mas allá de cualquier especulación política, si se quiere transformar el actual estado sea provincial o nacional.
            El que crea que el caso Tognoli es un problema sólo del gobierno provincial, y que con su nueva comisión creada se reencausara el problema, puede estar en condiciones de recibir el premio a la estupidez mas hipócrita. La cuestiones de la seguridad de una sociedad insegura en sus faltas de remedios sociales auténticos y valerosos, demuestra su larga enfermedad de desigualdad, explotación privada de sus recursos de las riquezas sociales. El andamiaje de un aparato estatal largamente cuestionado y corrupto, representativo de una burocracia política que solo ha librado las batallas de los asientos cómodos y rentables para irse luego a gozar de los beneficios de una buena jubilación privilegiada y aportadas por todos los santafesinos, sin ser merecedores de ningún castigo institucional por su ineptitud corporativa, estas banderas de fracasos son su estandarte, otro hoy no pueden demostrar. Basta observar los grados de violencia que padecen los barrios más necesitados del oeste y norte santafesino o los de Rosario para entender si aún contienen algún grado de sensibilidad social, que son los pobres principalmente quienes ponen los muertos de sus desaciertos.
                        Los fracasos de las gestiones de incapaces, cansan los ánimos populares y son cada vez más rápidos.
Por eso volvemos a decir:
Esta policía que mató en las calles a sus ciudadanos con orden verbal de su gobernador Reutemann en el 2001, gobernador que nunca pagó por sus delitos, que luego inundó su ciudad capital sin ningún cuestionamiento judicial. Semejantes ejemplos siembran poder de impunidad que toda corporación desea tener y más una mafiosa como estas cúpulas policiales que fueron parte activa de estas historias.
Esta provincia que no soporta en su poder legislativo una auditoría imparcial de sus declaraciones juradas de patrimonio, sirve de escudo para el mismo accionar policial que ansia acumular rápidamente y como sea, riquezas personales.  Esta provincia que posee entre sus miembros de su Corte Suprema de Justicia provincial un miembro que intentó sobornar a un policía de un país vecino y fue demorado por este hecho en ese paisito, sin que nada ocurriera a su vuelta a esta provincia. Son sobradas o pequeñas muestras que esta provincia éticamente esta corroída hasta los huesos por una enfermedad en la que el caso Tognoli pese a su gravedad, es una muestra más.
Un jefe de policía que huye prófugo y tarda dos días en presentarse a la justicia sin que nadie lo detenga ni localice, deja claro que tenía que negociar con sus patrocinadores, sus cómplices y contactos, el costo de sus andanzas.
Toda crisis abre las perspectivas de la historia. O se rompe con su pasado o se sucumbe ante él.
Existe esta posibilidad de optar y estas opciones son de cara a toda la sociedad santafesina. O irrumpe una propuesta transformadora de diversos caminos, de carácter democrática, dando participación activa a todo el cuerpo social enfermo y atacado para tensar todas las fuerzas de reserva solidaria para poder constituir un horizonte de avance valedero y de seguridades reales, o sus representantes gobernantes y políticos cada uno con su libreto se aislarán en el propio juego de sus internas estadísticas y mediáticas de cálculos de riesgos y votos, pactando con otra cúpula policial, pintando de nuevo la vieja casa, que al final un día se caerá a pedazos por el propio peso de sus inmundicias delictivas.
El camino está abierto, nadie posee fórmulas mágicas. El intento debe ser participativo y social, abarcativo de todas las reservas que esta sociedad aún posee, porque los poderes aislados que dicen representar al pueblo ya fracasaron más de una vez. Esa es la verdadera inseguridad social. Sino se reconoce dónde se fracasa, las consecuencias las seguiremos pagando todos los santafesino y en primer lugar los más pobres.

Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos. Regional Santa Fe.
30 de octubre 2012.