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Afectuoso y agradecido homenaje al Obispo emérito
Federico Pagura, Presidente
Honorario del Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos.
"La civilización ya está
llegando a su fin, no da más"
El pasado viernes cantó y celebró entre
los afectos y la admiración de quienes lo consideran un referente de trabajo y
coherencia a favor de la justicia. La historia de una persona dedicada al bien
común.
Se mueve satisfecho entre los recuerdos que testimonian sus
hazañas viajeras, los muestra y evoca, hay tapices, libros, fotografías y
artesanías llenas de color, como los países latinoamericanos y caribeños en los
que comenzó su compromiso con los derechos humanos. Suena Wagner desde un disco
de vinilo mientras señala lo bien que le sientan al lugar las plantas que tanto
aprecia. Es el obispo emérito Federico Pagura quien oficia de guía de su propia
trayectoria donde el pasado no existe. Se transmuta. Todo parece vívido,
latiendo en tiempo presente. El viernes la vida le regaló 90 años y él no se
quedó atrás. Cantó y celebró entre los afectos y la admiración de quienes lo
consideran un referente de trabajo y coherencia a favor de la justicia desde la Iglesia Evangélica
Metodista. En su opinión, la civilización tal como se conoce, está dando
estertores y debe surgir una nueva relación entre los hombres que no les haga
derramar sangre, sudor y lágrimas para subsistir. "Latinoamérica va por
buen camino", profetiza.
"Este libro es para La Capital , lo presentaron en
diciembre pasado en el Museo de la
Memoria ", dice Pagura para abrir la charla mientras
extiende "Alborada de esperanza", el texto que Carlos Sintado y
Manuel Quintero Pérez, también metodistas, hicieron sobre su vida. El título lo
pinta de cuerpo entero porque Pagura considera clave a esta categoría teológica
y hasta lamenta en un tango de su autoría que tradujeron a decenas de lenguas
en todo el mundo. "La canción habla de Jesús sin nombrarlo", aclara
el obispo que además de componer canciones, escribe poesías.
Pagura dedicó su vida al bien común y, como dice el
Evangelio, recibió ciento por uno. Con nueve décadas a cuestas sigue
estudiando, trabajando, visitando gente, integrando grupos internacionales e
interesándose por sus vecinos. Hace gimnasia acuática en Tiro Suizo y no tiene
problemas en afrontar las tareas domésticas. Está impecable y lo atribuye a una
vida "metódica, tal como dice nuestro nombre", bromea y se asume como
de costumbres austeras y orgulloso de la familia que formó junto a su esposa
Rita, ya fallecida, sus hijos, Rubén, actor premiado en Guatemala donde vive,
Charly, contrabajista en la sinfónica de Rosario, y Ana Rita, docente y
psicóloga en la localidad de Las Rosas. Cuatro nietos y dos bisnietos completan
el universo de sus afectos que sobrevuela la casa sencilla del sur de Rosario,
donde vive.
—¿Fue la realidad la que lo interpeló para denunciar las
injusticias? Como decía el obispo Enrique Angelelli, un oído en el Evangelio y
otro en el pueblo.
—Sí. Siempre recuerdo un viaje en Costa Rica donde vi a los
indígenas llevando cargas muy pesadas. Uno de los mejores teólogos metodistas
de los Estados Unidos, que allí no fue muy escuchado, nos enseñaba para
estudiar la realidad con el diario y la Biblia. Desde Suiza,
Karl Barth decía que no se puede interpretar el Evangelio si no es desde la
realidad del pueblo. Mi vida cambió por ese período que yo pasé en América
central, porque vi el sufrimiento de tanta gente, la insensibilidad de tantos
gobernantes, dictaduras en plena marcha como Guatemala y El Salvador, las más
sangrientas, donde trabajé con Rigoberta Menchú.
—¿Cuáles son hoy los signos de los tiempos?
— Estamos en una crisis de civilización. Esta civilización
dio todo lo que podía y va llegando a su fin. Ya no está en condiciones de
seguir manejando en la forma en que está estructurado el mundo contemporáneo.
Por eso creemos en la participación de los pueblos, en la transformación y, en
ese sentido, las iglesias están llamadas a ser instrumentos de iluminación y
orientación para participar en esta transformación de la civilización actual
que, repito, no da más.
—¿En esta civilización que está dando estertores, quién
dirige la batuta?
—El imperio anglosajón con un poder cada vez más
concentrado en Estados Unidos. A pesar de que tengo dos títulos doctorales allí
soy el primer crítico porque no basta decir somos cristianos porque juramos sobre
la Biblia. Es
la vida, la conducta y la política que se lleva adelante lo que determina si
somos o no cristianos. Israel y Estados Unidos hacen lo que se les antoja,
pueden reunir todas las bombas atómicas pero tienen a los otros en la mira.
—¿En este escenario, cómo ve a Latinoamérica?
—Es un momento muy positivo, vamos a cosechar el fruto del
trabajo de muchas generaciones que ha costado mucha sangre, la del texto las
Venas Abiertas, de Eduardo Galeano. Sus gobernantes están logrando superar sus
diferencias en lo secundario para descubrir lo importante y lo central y en
torno a eso van construyendo la unidad latinoamericana y caribeña que era el
sueño de los próceres. Soy un admirador de San Martín, Bolívar, Artigas y
Martí, los va a encontrar en mi poesía. Ahora, , aprendí mucho observando el
pensamiento de (Hugo) Chávez. Al principio pensé... un militar más. Después me
di cuenta de sus conocimientos, más allá de la forma de expresarse.
—A usted se lo valora por su coherencia. ¿Es un buen eje
para no perder el rumbo?
—Por supuesto. Y fíjese que nunca me afilié a ningún
partido político, según donde estoy me afilian (risas). Yo soy cristiano desde
la cuna; esa es mi fe que me lleva a preocuparme por la vida espiritual de cada
ser humano, lo social y lo político. Mi abuelo Natalio Pagura, también
metodista, descubrió que tenía un don especial de sanidad, como el padre
Ignacio. Al final de su vida tenía pila de correspondencia de gente que se
había curado. El decía: "Yo no sano a nadie, yo despierto la fe".
—¿Qué dice la fe a la gente?
— Las iglesias están llamadas a ser proféticas, como los
que siete siglos antes de Cristo ya enseñaban lesiones de ética, política,
acción social y servicio a la justicia. El grito que se dio en Porto Alegre
(Brasil) con la conferencia "Otro mundo es posible"; es muy cierto,
hay que moverse para lograrlo, estas estructuras ya no dan más. Un hombre nuevo
haciendo una nueva realidad. Sino, no marcha y sería sólo una experiencia
religiosa egoísta centrada en sí mismo.
“Hago como los profetas del Antiguo
Testamento”
Federico Pagura, obispo emérito de la Iglesia Metodista ,
cumple hoy 90 años y lo celebra con misa.
8 feb, 2013
Por Santiago Baraldi.
“Yo acostumbro hacer lo que hacían los profetas en el
Antiguo Testamento: ellos señalaban a los malos reyes, a los malos jueces,
señalaban a los ricos y poderosos que explotaban a los más pobres”, dice con su
hablar pausado y firme el obispo emérito Federico Pagura, un verdadero profeta
latinoamericano, quien hoy cumple 90 años y lo festeja en la iglesia La Resurrección , de
Laprida 1483, desde las 20.
Pastor de la iglesia metodista, poeta y músico, Pagura
recibió a El Ciudadano en su casa. La charla se interrumpe varias veces por el
incesante sonar del teléfono. Son amigos que confirman la asistencia al
cumpleaños, radios y diarios que quieren confirmar una entrevista. Se disculpa
y sube el volumen de Mozart: “No puedo vivir sin escuchar música”, asegura
sentado junto al piano que tocaba su compañera Rita y reflexiona sobre cómo lo
toman sus 90 años: “Con mucho espíritu, mucho ánimo, con gratitud a Dios porque
me ha permitido vivir tantos años. Sobre todo después de haber perdido a mi
esposa hace siete, la vida se me hizo más difícil, pero una manera de
homenajearla es seguir trabajando y haciendo las mismas cosas que hice con ella
durante 60 años de matrimonio”.
La influencia del abuelo
Federico piensa cada respuesta y eleva su mirada por encima
de sus lentes, mira a los ojos y repasa su niñez en su Arroyo Seco natal, la
influencia de su abuelo paterno que leía la Biblia a su numerosa familia “y también a los
vecinos”; las diferencias con el cura católico que le quemó aquella Biblia
americana “con el Nuevo y Antiguo testamento”; su abuelo materno, adinerado,
que le prometió pagar sus estudios si se convertía al catolicismo; la mudanza a
un conventillo de Rosario y la beca para estudiar primero en el Colegio
Americano y luego la secundaria en el Normal Nº 3, donde se recibió de maestro.
“Tenía las dos influencias: la Evangélica por un lado
y la Católica
por el otro. Eso me hizo muy ecuménico. Hoy día tengo relaciones con dirigentes
católicos. La
Iglesia Metodista nace en el siglo XVIII, en un intento de
renovación y transformación dentro de la iglesia Anglicana; la misma coincide
con el comienzo de la
Revolución Industrial , por eso es una iglesia que tiene una
profunda preocupación religiosa por la transformación del ser humano y una
preocupación por la situación social, por la transformación que la sociedad
tiene que vivir, conforme a las enseñanzas de los profetas del Antiguo
Testamento, como las de Jesús y sus discípulos en el Nuevo Testamento; eso ha
caracterizado al movimiento ecuménico. Somos una iglesia pequeña pero es una
iglesia que tiene ese compromiso, que es lo más característico que tenemos,
compromiso con la transformación de la vida humana y la sociedad: trabajar por
los más necesitados”, explica Pagura.
Luego de recibirse como maestro en el Normal, Pagura siente
vocación por el ministerio y es convocado por el rector de la facultad de
Teología en Buenos Aires. Allí se recibe como licenciado en Teología y se
ordena como pastor de la
Iglesia Metodista. Conoció a Rita estudiando teología. “Fue
un amor a primera vista”, dice antes de señalar que su primer destino fue la
ciudad de Venado Tuerto. También obtuvo becas para estudiar en el mejor
seminario de Nueva York, y recibió la influencia del teólogo Reinhold Niebuhr.
“Estudiaba la Biblia
con el diario en la mano; ningún teólogo puede entender el mundo de hoy sin las
dos cosas, la Biblia
y la realidad social y política”, afirma.
Pagura llegó a Mendoza en 1973 y se puso a disposición de
los chilenos que escapaban de la dictadura comandada por Augusto Pinochet.
“Trabajamos varias iglesias en conjunto para denunciar y asistir a quienes
huían de Chile”, recuerda. Y hasta sufrió el estallido de una bomba en la casa
donde vivía con Rita y su pequeña hija, Ana Rita, que “se salvaron de
milagro”.
En 1977, en plena dictadura militar, es nombrado obispo de la Iglesia Metodista.
“Así nació el Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos. Trabajé 25 años
junto al obispo de Quilmes Jorge Novak y también junto a Adolfo Pérez Esquivel,
y junto a las Madres”, señala mientras recuerda cuando salía de su casa y Rita
desde la ventana veía cómo lo seguían. “En mi oficina recibía las denuncias y
también venían ‘servicios’. A cada uno que venía le decía cuál era nuestro
trabajo y les daba una carpeta, no tenía nada que ocultar”, cuenta.
La paz en Latinoamérica
Federico Pagura también intervino en el trabajo de paz
entre Guatemala y El Salvador, trabajó en Nicaragua y aún guarda una carta que
le respondió monseñor Arnulfo Romero antes de su asesinato en plena misa en la
capital salvadoreña. Su amistad con referentes del cristianismo como Helder
Cámara o Ernesto Cardenal, con quien además de compartir poesías y música
coincide: “El católico es conservador y el cristiano revolucionario”.
“Como ahora no estoy en actividad episcopal en la Argentina , sí continúo
con el trabajo pastoral. Compromisos ecuménicos o como observador en conflictos
que se sucedieron en Latinoamérica, siempre estuve como prenda de unidad”,
apunta recién llegado de Puerto Rico y Uruguay, donde lo siguen invitando para
escuchar su palabra.
Pagura muestra su preocupación por lo que sucede en el país
y afirma que “hoy es tiempo de diálogo. Es lo que necesitamos en Santa Fe, en
Rosario, sin importar el partido político. Aquí hay muchos problemas que
enfrentar como la pelea contra la droga, donde envenenan a los chicos. Ese
combate si no lo hacemos juntos no lo ganamos, lo ganan ellos porque no tienen
valores morales que respetar, ellos quieren el dinero, dominar a la población
con la drogas para impedir que nos unamos como pueblo. La droga nos divide, nos
enfrenta, nos destruye; por ello hay que unirse y un sector solo no puede. No
soy de ningún partido político, pero soy de todos, me interesan aquellos que
estén dispuestos a servir al pueblo y no servirse del pueblo”, concluye el
hombre que dedicó su vida a la lucha por la justicia y los derechos humanos.
La cruz de los Hugonotes con hueso de caracú
Del cuello de Federico Pagura cuelga una
imagen: es la cruz de los Hugonotes. Parece de marfil, pero el obispo aclara y
cuenta la historia de la figura que actualmente representa el emblema de la Iglesia Reformada
de Francia. “Todos creen que es marfil y sin embargo es una cruz hecha con
hueso de caracú, tallada por un preso uruguayo que estando en la cárcel
Libertad se enteró de mi trabajo pastoral. De la comida que le daban allí,
separaba los huesos y les daba vida. Un día lo visitó un pastor amigo y le
pidió que me enviara la cruz; hizo dos, la otra para mi mujer Rita. Hace más de
25 años que la llevo conmigo. Nunca supe el nombre de ese hombre ni su destino”,
relata.
“Oigo al pueblo y al evangelio”
Luís Emilio Sánchez cura obrero de 86
años
El 14 de febrero de
2013
Como nadie me lo cambio me sigo llamando Luis Emilio. Mi
apellido es Sánchez por parte de mi papá y de mi mamá Riesgo. Los dos eran
inmigrantes españoles que vinieron a la Argentina , se conocieron acá. Vinieron antes de
que termine la Primera
Guerra Mundial, entonces el papá de mi mamá había quedado
viudo. Los pescó una epidemia de cólera a fines del siglo XIX, entonces mi
abuelo fue criando a su hija como pudo. En invierno, la mandaba a Madrid a un
colegio de monjas y en verano volvía a su tierra natal que es Asturias, mi mamá
es del norte de España, Asturiana. Mi papá, era de Castilla La Vieja , Castilla y León el
pueblo Villafranca del Bierzo, y después de muchas vueltas decide venir a la Argentina con mi mamá
que tendría unos 16, 17 años. ¿Como se conocen mis padres? En el lugar de del
trabajo. Mi abuelo, se instaló en una portería donde estuvo años y años, en la
calle Tacuarí al 600. Era portero y buscó una casa de familia donde colocar a
la hija como niñera, era gente de origen italiano muy rica, Gianello de
apellido. Me acuerdo algunas cosas porque en esa casa viví hasta los siete u
ocho años, se conocieron ahí. Esa gente era tan rica que tenía personal de
servicio de todo: cocinera, portera, mucama, niñera. Mi mamá era niñera de los
nietos del matrimonio mayor, eran unos Italianos que importaban vinos, Florio,
una marca más o menos conocida. Ahí se conocieron y puntualmente se casaron. No
se fueron a vivir en pareja (risas) como diríamos, hoy. No digo ni que esté
bien ni que esté mal. Eran católicos de tradición, se casaron en la Basílica de la Merced , Reconquista y
Cangallo. Después que se casaron tuvieron su primer hijo que es mi hermana que
todavía vive y tiene 93 años.
De que trabajaba el papá de su mamá y el papá de su papá,
cuáles eran sus trabajos en España?
Mis abuelos eran medio labradores, una familia
numerosísima. Vivían en una casa donde tenían animales, inclusive. Nunca estuve
en España, pero vivían alrededor de ese lugar de Villafranca del Bierzo.
Tuvieron muchos hijos mis abuelos. Mi papá Augusto y mi mamá Emilia, igual que
el padre, el padre era Emilio Griejo. Mi mamá que yo sepa Emilia solamente. No
sé si tenía algún otro nombre. A mi hermana le pusieron el nombre de Consuelo
Luisa, nació el 7 de noviembre de 1918 y vivíamos, nos daban la vivienda para
vivir. En verano ellos se iban a veranear y quedábamos encargados de la casa.
¿Cuantos hermanos fueron?
Tres, y hubo otro que no sé si nació vivo o no. Hubo un
último hermano que nació en el ‘36 pero ya no estábamos más en esa casa. Cuando
yo tenía siete u ocho años nos mudamos a Villa Luro donde mi papá y mi abuelo
habían comprado un terreno. Por eso soy hincha del “Fortín”, cerquita de ahí
estaba la cancha de Vélez Sarsfield de madera. Había hecho dos grados ya en una
escuela parroquial que había en la barranca de la calle Viamonte y después ahí
me incorpore al escuela del estado del barrio, ahí hice toda la escuela
primaria. Después espere… mi hermana ya grandecita había empezado el normal en
Lenguas Vivas, tuvo que suspender los estudios cuando nació mi hermano en el
’36, porque mi mamá no andaba muy bien le costaba la retención de lo que estaba
viniendo no?. Del último embarazo sí. Pero anduvo bien, nacimos todos en el
Hospital Fernández, porque mi mamá había sido niñera de un médico, Carlos J.
Manzone.
¿A qué edad entra usted al seminario?
Casi a los veintidós años.
Ya era grande Si, de chiquito había una parroquia en el
barrio donde iba porqué me mandaban mis padres, no porque yo fuese demasiado
creyente. Ellos eran católicos por tradición, tenían su fe a su modo pero no
eran practicantes, con todo el nene tiene que tomar la comunión y me mandaron a
catecismo a la parroquia que funcionaba en un cine abandonado del barrio. En
Villa Luro. En el año ’35 a los diez años hice la primera comunión, pero
después no seguí las prácticas religiosas, esperé un tiempo por razones de
salud. Mi papá me consiguió una escuela para ir a estudiar que era mixta del
Estado: Escuela Nacional Superior de Comercio de Ramos Mejía, cerca de la
estación en la calle French. Hoy se llama Colegio La Salle , totalmente privado.
Ahí hice toda la escuela secundaria, tuve de profesor a Ramón Carrillo, el
primer sanitarista que tuvo Perón, en Historia Argentina, segunda parte en
Anatomía y en Historia de Oriente, Grecia y Roma. Esa materia Historia de
Oriente, nos la dio cuando estábamos en tercer año o sea que tendríamos quince
años mas o menos. Una de nuestras compañeras Susana Pomar, una rubia divina que
nos gustaba a todos, pero le gustaba más al profesor. Supo conquistarla y fue
la esposa de Ramón Carrillo. Mucho tiempo después ellos se casaron y como no
pudieron tener hijos adoptaron dos, después tuvieron naturalmente dos hijos.
Ramón Carrillo estuvo hasta un año antes de la caída de Perón, él ya veía venir
todo eso y no estaba de acuerdo con algunas cosas con el gobierno ya, que
estaba un poco debilitado y desdibujado. Entonces se va al Brasil donde muere.
A ella la he vuelto a ver, está casada nuevamente y adoptó un chico o dos más.
Ahora hace mucho que no me reúno con los compañeros, ya no
sé por la edad, la salud y un montón de cosas, si no nos reuníamos últimamente
todo los años. Ahí se formaron varias parejas. Una de esas parejas se casaron
el mismo año que entré al seminario 1947 y cuando celebraron las bodas de oro
del matrimonio, me localizaron, sabían que era cura y me invitaron a
concelebrar la misa junto con el cura que los había casado a ellos, para mí fue
muy emocionante: Horacio Aguilar y Rubí Escabino.
-¿Me cuenta cómo es el momento en que usted descubre su
vocación religiosa?
Nunca dejé de ser creyente pero sí de ser practicante.
Después que terminé la escuela secundaria leyendo la palabra de Dios que salía
en un periódico nacionalista Peronista, la lectura del Evangelio me atrajo. Me
ayudó a descubrir la persona de Jesucristo y me acerqué a la parroquia de mi
barrio que se llama San Francisco Solano. Es la misma iglesia donde mataron a
Carlos Mujica, en el barrio de Villa Luro, Mataderos. Ahí empecé a militar en
la juventud de la
Acción Católica. Me tocaron sacerdotes muy buenos que nos
fueron guiando hacia una fe vivida y comprometida. Después otro sacerdote que
trabajaba en la Acción
Católica me fue dando cada vez más compromisos; él ya veía en
mi una posible vocación personal hacia el ministerio, hasta que lo fui decidiendo.
A todo esto trabajaba y estudiaba en esa época. Trabajé en una compañía de
seguros y estudiaba ciencias económicas, terminé primer año. Me acuerdo lo que
me costó decirle a mi familia que había tomado esta decisión. ¿Por qué? Porque
no lo entendieron para nada. No eran católicos practicantes… mi papá me veía a
mi más bien como un doctor en ciencias económicas, con algo de guita y yo
atraído por el Jesús del Evangelio quise elegir este camino. Me ofreció
comprarme un auto, para que no entre al Seminario. Me resbaló totalmente, no me
interesaba el auto. Sentía el llamado por la persona de Jesucristo a seguir el
camino, que era él mismo y que él mismo caminó junto con los apóstoles. ¿Y su
mamá que decía? Mi mamá sufría, pobre, yo era muy compañero con mi mamá, tomaba
siempre mate amargo con ella y sufrió mucho cuando me fui. Mi papá era muy duro
conmigo, tal es así, que algunos decían que me había ido al seminario escapando
de esa dureza de él. Por ejemplo, nunca me dio la llave de mi casa. Cuando
volvía de noche, de contrabando, mi mamá me dejaba las llaves en una ventana
para que las pueda agarrar y entrar. La educación solía ser demasiado dura en
aquella época, sin mala voluntad. Bueno. Entré en el seminario. En el seminario
trataba de ser un buen compañero y era muy estricto en cuanto al estudio y a
las cosas que teníamos que hacer. Demasiado estricto, tanto que mis compañeros
me pusieron de sobrenombre “el duro”. Mi formación es totalmente pre-conciliar,
antes del Concilio VaticanoII. Entré en 1947 y me ordené en 1954. Estudié con
los Padres de la Campaña
de Jesús, Jesuitas.
-¿Usted es jesuita?
No soy jesuita y nunca tuve vocación a ser jesuita sino que
ellos dirigían el seminario de la Arquidiócesis de Buenos Aires.
-¿Y qué pasó con esa vida de seminario? Además de ser un
poco duro, ¿estaba ya este germen de interés por lo social?
Claro, porque que mi militancia en la iglesia surge con una
militancia política. El 17 de Octubre de 1945 con otro grupo de católicos
militantes, hemos fundado la
Unión Popular Democrática Cristiana que era un movimiento
social cristiano que apoyaba a Perón. Todavía no estaba en el seminario, tenía
veinte años. Al seminario entré a los veintidós años, en el `47. Y uno va
descubriendo cosas en la vida y era demasiado rígido, de una religión demasiado
rígida y tradicionalista. No era un hipócrita, ni un falso sino que lo veía
así. Después poco a poco fui cambiando.
¿En qué momento ubica este proceso de cambio, de empezar a
ablandarse un poco?
Con la gente en el barrio de Mataderos que fue mi primer
destino. Siempre tuve una clara inclinación hacia la Pastoral Social ,
desde antes de entrar al seminario y no la abandoné en el Seminario y la Pastoral de la salud,
también. Siempre me gustó visitar enfermos y estando en el Seminario iba a
visitar los enfermos. Muchos de los enfermos que iba a visitar son de un lugar
donde me estoy atendiendo ahora, en Oncología del Roffo (tengo en la salida del
colon un tumor maligno. Ya hicieron un primer ataque hacia el tumor con rayos y
quimioterapia, ahora pienso que va a ser mejor sacarlo). No sólo iba cuando era
seminarista sino después me tocó ser capellán del Roffo. Primero estuve en
Mataderos, donde ya, algunos cambios se empezaron producir en mí. Después me
dieron a elegir entre ir a otra parroquia o ir al Hospital Muñiz de capellán y
acepté. Estuve algo más de dos años en el Hospital Muñiz, ahí fue donde se casó
mi hermano. Al Muñiz llegué a fines del ´58, cumplí los 33 años ahí, en el
hospital y me ayudaron en la misa dos enfermos. Tenía dos grupos ahí: uno de la
juventud obrera católica de varones y otro de mujeres, como ves lo social
siempre me llevaba.
¿Y cómo aparece la militancia política?
La militancia política partidista la dejé cuando entré al
seminario, renuncié a eso, pero siguió en mi el Peronismo adentro, eso sí
porque es un fenómeno como tal. Por eso siempre digo que soy peronista de Perón
y Evita. Perón, lo dijo mi único heredero es el pueblo en la Plaza de Mayo, yo estaba
ahí. Claro se juntan muchas cosas son muchos años no?. Después me trasladaron
al Hospital Rawson, estuve dos años. En el Rawson me tocó defender a un
dirigente peronista combativo Gustavo Adolfo Rearte. La familia me pidió que me
ocupe de él, que esté cerca, tenían miedo de que lo hagan desaparecer y tuve
una serie de fricciones con la policía por que cuando lo llevaron a la Cárcel de Devoto no me
querían dejar ir. Entonces yo les dije “miren este hombre es católico y tiene
derecho a tener atención espiritual en el traslado a la cárcel también. Quiero ir
atendiéndolo espiritualmente” y lo aceptaron. Le había regalado una Encíclica
de Juan XXIII que se llama “Paz en la tierra”.
Del Muñiz voy al Rawson, del Rawson al Roffo y después
estuve en el neuropsiquiátrico de mujeres, el Moyano y después ahí con mis
compañeros de común acuerdo - estaba en un equipo de sacerdotes- me aconsejaron
dejar esa experiencia hospitalaria que me traumatizaba mucho. Y fui al barrio
de Villa Luro a vivir con otros curas de esta línea pastoral más bien
conciliar. Ahí éramos tres o cuatro y fue madurando en mí la idea de ser cura
obrero. Quise intentarlo en Capital Federal pero el Cardenal Caggiano me dijo
que no, pero que busque un obispo que esté de acuerdo con esto y estaba
Jerónimo Podesta en Avellaneda. El me dijo que sí, que el primer año no
trabaje. De párrocos, acá en Wilde, había dos curas franceses: Andrés Lanzón y
Juan Loason. Llegué a Wilde en 1966, un dia antes de la famosa Revolucion
Argentina de Ongania, en Junio. Hace 45 años. Apenas llegué el párroco me envió
al barrio donde después fue surgiendo la parroquia del Valle.
- Me gustaría volver, hacia atrás ¿Cuándo aparece, si es
posterior o anterior a su ordenación como sacerdote, el interés por trabajar? Y
otra cosa, ¿Cuándo aparece el Movimiento de Sacerdotes por el Tercer Mundo,
cuando usted se une a ellos?
La experiencia de los curas obreros la conocí estando en el
seminario. No la asumí totalmente en ese momento pero la miraba con simpatía
porque siempre me atraía lo social. Respecto de la otra pregunta, el Movimiento
de Sacerdotes para el Tercer Mundo surge estando ya en Wilde y siendo ya obrero
en el año 1968, frente a un llamado de 17 obispos de Latinoamérica y de otros
lugares a un mundo nuevo y afirmando que el socialismo está más de acuerdo con
el Evangelio que el modelo capitalista.
Decidimos entre algunos curas formar el movimiento donde
decíamos, entre otras cosas, que optábamos por un socialismo original y
latinoamericano. Pero antes de que aparezca el Movimiento de Curas para el
Tercer Mundo ya había cierto movimiento: encuentro de curas, movimientos de
base hubo, hasta que se formó este movimiento. En eso tiene un papel decisivo,
Miguel Ramondetti, Ruben Dri, Andrés Lanzón –que ya no vive-, Carlos Mugica,
Pichi Meisegeier. Bueno y así surge de a poco y se va ampliando bastante,
después se va restringiendo en la medida en que aumentan las exigencias. Me
quedó muy claro, que debemos rechazar el modelo capitalista que es la
explotación del hombre por el hombre y optar por un socialismo original y Latinoamericano.
En mi, personalmente, influyen los primeros años de mi vida porque en esa casa
donde yo nací y fui creciendo, a veces, tuve humillaciones de lo patrones, no
de todos ni mucho menos. Pero la abuela mayor era tremenda, tenía que ir a
saludarla todos los domingos porque mis padres me mandaban.
Que
tal, buen dia, ¿cómo está?
Muy bien hijito ¿y vos?
Bien, bien. Bueno, a ver extendé la mano.
Muy bien hijito ¿y vos?
Bien, bien. Bueno, a ver extendé la mano.
Tenía que extender la mano y me ponía una moneda y,
lógicamente, le tenía que decir gracias. Eso a mí me quedo gravado. Por eso,
tenía hacia los ricos de la sociedad cierta bronca. Hasta que bueno, siendo
cristiano descubrí que no, que lo que tenemos que hacer es luchar por un mundo
nuevo donde aún esos ricos estén incluidos siempre que acepten que deben
desprenderse de sus riquezas y compartirlas con los demás. Por que los bienes
son comunes antes que privados.
-En el seminario, la llegada de los curas obreros ¿Cómo era
visto?
En el seminario había de todo, era un momento de cambio. No
se condenaba ni se avalaba del todo. El movimiento de curas obreros nace en
Francia, fue prohibido y recién después Juan XXIII reflota el permiso para
todas esas cosas. ¿Cómo llegan acá los curas franceses? Vienen por el lado de
la misión de Francia. Por diversos caminos, tienen un seminario especial donde
se preparan en Francia. No es como acá que estudié con todos en el seminario y
un buen día me agarro la locura de ser obrero, no. Por suerte en el Concilio
Vaticano II hay un documento, que habla sobre la vida de los sacerdotes, donde
dice que es igual el ministerio de aquél sacerdote que esté en un parroquia, un
colegio o aquél que, para compartir la suerte de los obreros, trabaje con sus
propias manos. Está muy claro y expreso y ese artículo traté de aprendérmelo de
memoria, Como un fundamento de la iglesia para esa experiencia. Por eso lo
quise empezar. No me quiso dar permiso el cardenal Caggiano porque ya había
habido problemas entre nosotros…Se quiso formar un equipo de curas obreros acá
en la Argentina ,
pero no se logró hacer el equipo.
-¿Por qué?
Por falta de acuerdo entre nosotros. Hay algo que algunos
franceses les costaba entender, entre otras cosas, veían con mucho recelo el
peronismo. Para ellos, como los comunistas de acá, peronismo era nazi-fascismo.
En el año 46 cuando fue la famosa Marcha de la Constitución y la Democracia contra
Perón, iban del brazo los comunistas con los conservadores contra la dictadura
peronista. No entendían que algo estaba surgiendo desde abajo y que estalló más
el 17 de octubre del ’45, el día de la lealtad popular. A esa militancia
peronista más bien reservada nunca dejé de tenerla, cuando murió Evita pedí
permiso en el seminario, fui al Congreso a rendir homenaje. No me costó
demasiado entrar porque iba con sotana y pude estar al lado de ella. El mundo
de gente que había... La sotana se usó hasta el año ’65 más o menos, o sea,
cuando salí del Seminario usaba religiosamente sotana, rezaba todo en latín.
Pero bueno gracias a Juan XXIII que asume en el `58 van cambiando y bastante
muchas cosas.
-¿Cuál fue su primer trabajo y cómo fue la decisión de
trabajar?
La decisión de trabajar es pensar que en todo, menos, en el
pecado debemos encarnarnos en la realidad de los creyentes. ¿Por qué no puede
haber un cura obrero? Fui para remplazar a un cristiano obrero, por que la
militancia se podría dar a través de los laicos, los que no son sacerdotes. Y
Podestá con todo por ser un hombre de avanzada me pidió que el primer año no
trabaje, sino que tome contacto con la gente, y así lo hice. Empecé haciendo
pequeñas tareas en el barrio. Me acuerdo haber trabajado en una fundición del
barrio, apenas aguanté cinco días, era pesadísimo. Ni yo lo aguantaba ni el
patrón me aguantaba a mí.
¿Es difícil ser cura?
Se debe tener coherencia de vida entre lo que uno dice y lo
que hace. Predicar una cosa y hacer otra. Con respecto al celibato,
personalmente no soy partidario del celibato obligatorio, pero sin embargo lo
acepté, lo asumí con total libertad y traté de ser fiel a eso. O sea, no tenía
una mujer escondida para desahogarme, ni me iba a un prostíbulo, trataba de
tener coherencia en mi vida, sin irme al otro extremo en ver algo malo en la
mujer. Eso sería totalmente equivocado también. Pero me costó equilibrarme y
ponerme en el justo medio. Me costó, pero creo haberlo logrado. A veces, charlo
estas cosas con los muchachos en el seminario. De hecho sigue siendo
obligatorio el celibato, así que si se ordenan tienen que comprometerse a eso.
A ser célibes.
A ser célibes. Pero es bastante buena la formación que dan
hoy día, porque en ningún momento le enseñan que la mujer tiene algo medio
diabólico, la que hizo pecar a Adán y cosas por el estilo. No, bastante
completa además les hace hacer discernimiento psicológico que sean normales acá
y si lo asumen es porque quieren, sin que nadie los obligue.
En realidad, ¿cuánto peso tiene en la vida de un sacerdote
ser célibe o no? ¿No forma parte de su vida privada?
Sí, claro la decisión sí. En mi mundo íntimo tomé la
decisión de serlo, y es valedero en aquél que se sienta llamado, como es el
caso de algunos monjes. Pero nuestra vida es distinta está en el mundo, no
estamos llamados a ser monjes, ermitaños. Pero bueno hay cosas que son
difíciles de entender pero puede darse el caso que algunos elija el celibato
porque quiere, por que se sienta llamado, no porque haya fracasado con una
mujer o porque tenga otra forma de sexualidad distinta, no sé si más o menos me
explico.
Si. Me gustaría volver sobre los curas franceses y la OPP , del mundo del trabajo que
proponen los curas franceses dentro del sacerdocio. ¿Cuándo aparece la OPP ?
Por el mundo obrero sería en ese caso, en realidad, los
pobres, entonces es algo más amplio que el mundo obrero. La Opción Preferencial
de los Pobres en la iglesia aparece en el Concilio Vaticano II, en algunos
documentos de Juan XXIII, de Pablo VI y acá en la Argentina o en
Latinoamérica aparece en Medellín, documento de Puebla. Los obispos en el año
`69 sacan lo que se llamo Documento de San Miguel que también habla de la OPP.
- ¿Y la OPP
puede decirse que es una continuidad con el Movimiento de Sacerdotes para el
Tercer Mundo?
No la
Opción por los Pobres, existía en la iglesia antes que exista
este Movimiento. Cuando Francisco de Asís decide lo que hizo está haciendo una
opción preferencial él y sus seguidores por los pobres, buscando que toda la
iglesia haga esa opción.
Dentro de la iglesia, la jerarquía eclesiástica actual y la
que usted ha vivido, ¿cómo se vive esta opción?, ¿cómo es vista, mejor dicho,
esta opción? Con una clara simpatía, en muchos casos, como fue el caso de
Enrique Angeleli, de Jorge Novak vecino de Quilmes, Jaime De Nevares en
Neuquén, Esteban Hesayne en Viedma y hay unos cuantos casos más de obispos que
hacen esta opción por los pobres. Pero, creo que en la historia de la iglesia
siempre se han dado…
¿Fricciones?
Si. No soy teórico ni especulativo, te cuento lo que en mi
vida he tratado de vivir. En el año 1971, en pleno gobierno militar, el
movimiento decide hacer un acto para pedir la libertad de los presos políticos
y sociales en Rosario. Consistía en reunirnos frente a la catedral de Rosario,
leer un documento y pedir la libertad. Nos dijeron que iba a haber represión,
decidimos hacerlo igual. Hubo represión y estuvimos tres días presos en
Rosario. Yo ya trabajaba con Raimundo Ongaro en la Federacion Grafica
Bonaerense y había una peña ese día a la noche en el barrio, acá en la capilla
tenia actividad. Los catequistas le explicaron a la gente lo que estaba pasando
y el lunes o martes nos dijeron que quedábamos en libertad. Estaba el gobierno
de Lanuse que no fue el peor, el más feroz…
-Luis voy a hacer la ultima y me gustaría que se detuviera
y que hiciera un racconto de lo que fue su experiencia en el mundo del trabajo.
Que me contara cuando estuvo en la Federación Gráfica ;
verdulero en su barrio, ese tipo de cosas, sobre todo anécdotas.
Te conté de una fundición, después trabaje en un deposito
en la Boca
–carga y descarga de mercaderías-, antes de Atlantida en 1968 o 1969. Llegué a
Wilde en 1966 y en el 1967 empecé a trabajar. En 1969, en Atlantida hasta enero
de 1971, ahí me echaron y Ongaro me pidió que me quede trabajando en el
sindicato en la
Federacion Gráfica Bonaerense, por el mismo sueldo que en el
taller colaborando en la
Secretaría como asesor gremial, lo cual hice tres años.
Después volví a trabajar en un taller en Barracas hasta el golpe militar. Ahí
no hubo más nada que hacer. Mi experiencia en el mundo del trabajo fue muy
linda, realmente me sentí interpretado, no por los dueños de la empresa, pero
sí por mis compañeros. Por eso me eligieron como candidato a presidente del
club de personal del Editorial Atlántida, que le produjo sangre en el ojo al
patrón porque era él el presidente del club hasta ese momento. Y fue echando a
todos los que no integrábamos esa lista, que no ganó. Después de agotados los
medios de una reincorporación, me ofreció eso Ongaro y acepté.
Lo de la verdulería en el barrio, surge de un muchacho con
el que había estado trabajando en el depósito de la Boca y que tenía problemas de
salud. Entonces consiguió autorización para poner un kiosco de verdura. A la
tarde le atendía a él el kiosko de verduras y después me iba a mi casa a dormir
hasta la noche en que volvía a trabajar en Atlantida. Tenia 44 años, mas o
menos y lo hice durante un tiempo. Muy interesante porque el mismo periodismo
hace toda una nota al cura verdulero. La gente venía y me pedía, no medallitas,
sino manzanas que no estén podridas.
-A modo de cierre cuál sería su síntesis a los 86 y pico de
años de esta vida de sacerdote y como hombre.
Le agradezco a Dios que me llamó a la vida, de eso fueron
colaboradores mis padres, que en paz descansen, en lo cual pienso que hay una
acción de Dios pero que viene del amor entre el varón y la mujer para que se
pueda engendrar. Y que me ayudó a descubrir a este Cristo del Evangelio, no al
Jesús que está en grandes catedrales, encerrado en el Vaticano, detrás de
ciertos títulos como Monseñor… no… al Jesús de carne y hueso que es el hijo de
Dios desde siempre. Por eso creo en la divinidad de Jesús, como hijo de Dios,
pero creo que también Dios quiso hacerse hermano nuestro y por eso elige una
mujer en la cual hace algo que es muy difícil de entender, que es que esa mujer
quede embarazada sin haber conocido varón y el fruto de eso es Jesucristo.
Un hombre concreto, real, en el que lo divino y lo humano
se unen. ¿Cómo?, no sabría del todo explicarlo, ni definirlo pero creo en el
Jesús que es hijo de Dios y en el Jesús que es hijo de María. A lo mejor ahí se
explica la devoción mariana de nuestro pueblo. No sé, podríamos seguir hablando
muchas cosas más, pero le agradezco a Dios y me sigo sintiendo llamado por ese
Jesús. Le estoy ofreciendo a este Dios, en el cual creo, esta enfermedad, este
carcinoma y me emocionó bastante el hecho de tener que atenderme en un hospital
donde trabajé como cura.
Le sigo pidiendo a Dios que me ayude a ser fiel a todo, al
llamado que ese Dios nos hace y al llamado del pueblo. Como decía el obispo
Angeleli: debemos tener un oído en el Evangelio y otro oído en el pueblo. No
tenemos que tener miedo de meter los pies en el barro. Lo conocí al obispo
mucho y realmente la figura de el me “copa” y de Carlitos Mugica, fui compañero
en el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo. Soy uno de los que todavía
sobrevive. Acá los seminaristas me preguntan, se acercan a charlar y les
cuento. Trato de que no se inclinen hacia una iglesia que sea dominadora, sino
servidora de los hombres. Pero en su conjunto en la iglesia veo el peligro de
una regresión hacia el pasado, no soy el único que lo ve.