martes, 5 de marzo de 2013

PUBLICADO EN INFORMEDH




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Afectuoso y agradecido homenaje al Obispo emérito Federico Pagura,  Presidente Honorario del Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos. 




"La civilización ya está llegando a su fin, no da más"

El pasado viernes cantó y celebró entre los afectos y la admiración de quienes lo consideran un referente de trabajo y coherencia a favor de la justicia. La historia de una persona dedicada al bien común.

Por Silvia Carafa / La Capital



Se mueve satisfecho entre los recuerdos que testimonian sus hazañas viajeras, los muestra y evoca, hay tapices, libros, fotografías y artesanías llenas de color, como los países latinoamericanos y caribeños en los que comenzó su compromiso con los derechos humanos. Suena Wagner desde un disco de vinilo mientras señala lo bien que le sientan al lugar las plantas que tanto aprecia. Es el obispo emérito Federico Pagura quien oficia de guía de su propia trayectoria donde el pasado no existe. Se transmuta. Todo parece vívido, latiendo en tiempo presente. El viernes la vida le regaló 90 años y él no se quedó atrás. Cantó y celebró entre los afectos y la admiración de quienes lo consideran un referente de trabajo y coherencia a favor de la justicia desde la Iglesia Evangélica Metodista. En su opinión, la civilización tal como se conoce, está dando estertores y debe surgir una nueva relación entre los hombres que no les haga derramar sangre, sudor y lágrimas para subsistir. "Latinoamérica va por buen camino", profetiza.

"Este libro es para La Capital, lo presentaron en diciembre pasado en el Museo de la Memoria", dice Pagura para abrir la charla mientras extiende "Alborada de esperanza", el texto que Carlos Sintado y Manuel Quintero Pérez, también metodistas, hicieron sobre su vida. El título lo pinta de cuerpo entero porque Pagura considera clave a esta categoría teológica y hasta lamenta en un tango de su autoría que tradujeron a decenas de lenguas en todo el mundo. "La canción habla de Jesús sin nombrarlo", aclara el obispo que además de componer canciones, escribe poesías.

Pagura dedicó su vida al bien común y, como dice el Evangelio, recibió ciento por uno. Con nueve décadas a cuestas sigue estudiando, trabajando, visitando gente, integrando grupos internacionales e interesándose por sus vecinos. Hace gimnasia acuática en Tiro Suizo y no tiene problemas en afrontar las tareas domésticas. Está impecable y lo atribuye a una vida "metódica, tal como dice nuestro nombre", bromea y se asume como de costumbres austeras y orgulloso de la familia que formó junto a su esposa Rita, ya fallecida, sus hijos, Rubén, actor premiado en Guatemala donde vive, Charly, contrabajista en la sinfónica de Rosario, y Ana Rita, docente y psicóloga en la localidad de Las Rosas. Cuatro nietos y dos bisnietos completan el universo de sus afectos que sobrevuela la casa sencilla del sur de Rosario, donde vive.

—¿Fue la realidad la que lo interpeló para denunciar las injusticias? Como decía el obispo Enrique Angelelli, un oído en el Evangelio y otro en el pueblo.

—Sí. Siempre recuerdo un viaje en Costa Rica donde vi a los indígenas llevando cargas muy pesadas. Uno de los mejores teólogos metodistas de los Estados Unidos, que allí no fue muy escuchado, nos enseñaba para estudiar la realidad con el diario y la Biblia. Desde Suiza, Karl Barth decía que no se puede interpretar el Evangelio si no es desde la realidad del pueblo. Mi vida cambió por ese período que yo pasé en América central, porque vi el sufrimiento de tanta gente, la insensibilidad de tantos gobernantes, dictaduras en plena marcha como Guatemala y El Salvador, las más sangrientas, donde trabajé con Rigoberta Menchú.

—¿Cuáles son hoy los signos de los tiempos?

— Estamos en una crisis de civilización. Esta civilización dio todo lo que podía y va llegando a su fin. Ya no está en condiciones de seguir manejando en la forma en que está estructurado el mundo contemporáneo. Por eso creemos en la participación de los pueblos, en la transformación y, en ese sentido, las iglesias están llamadas a ser instrumentos de iluminación y orientación para participar en esta transformación de la civilización actual que, repito, no da más.

—¿En esta civilización que está dando estertores, quién dirige la batuta?

—El imperio anglosajón con un poder cada vez más concentrado en Estados Unidos. A pesar de que tengo dos títulos doctorales allí soy el primer crítico porque no basta decir somos cristianos porque juramos sobre la Biblia. Es la vida, la conducta y la política que se lleva adelante lo que determina si somos o no cristianos. Israel y Estados Unidos hacen lo que se les antoja, pueden reunir todas las bombas atómicas pero tienen a los otros en la mira.

—¿En este escenario, cómo ve a Latinoamérica?

—Es un momento muy positivo, vamos a cosechar el fruto del trabajo de muchas generaciones que ha costado mucha sangre, la del texto las Venas Abiertas, de Eduardo Galeano. Sus gobernantes están logrando superar sus diferencias en lo secundario para descubrir lo importante y lo central y en torno a eso van construyendo la unidad latinoamericana y caribeña que era el sueño de los próceres. Soy un admirador de San Martín, Bolívar, Artigas y Martí, los va a encontrar en mi poesía. Ahora, , aprendí mucho observando el pensamiento de (Hugo) Chávez. Al principio pensé... un militar más. Después me di cuenta de sus conocimientos, más allá de la forma de expresarse.

—A usted se lo valora por su coherencia. ¿Es un buen eje para no perder el rumbo?

—Por supuesto. Y fíjese que nunca me afilié a ningún partido político, según donde estoy me afilian (risas). Yo soy cristiano desde la cuna; esa es mi fe que me lleva a preocuparme por la vida espiritual de cada ser humano, lo social y lo político. Mi abuelo Natalio Pagura, también metodista, descubrió que tenía un don especial de sanidad, como el padre Ignacio. Al final de su vida tenía pila de correspondencia de gente que se había curado. El decía: "Yo no sano a nadie, yo despierto la fe".

—¿Qué dice la fe a la gente?

— Las iglesias están llamadas a ser proféticas, como los que siete siglos antes de Cristo ya enseñaban lesiones de ética, política, acción social y servicio a la justicia. El grito que se dio en Porto Alegre (Brasil) con la conferencia "Otro mundo es posible"; es muy cierto, hay que moverse para lograrlo, estas estructuras ya no dan más. Un hombre nuevo haciendo una nueva realidad. Sino, no marcha y sería sólo una experiencia religiosa egoísta centrada en sí mismo.



“Hago como los profetas del Antiguo Testamento”

Federico Pagura, obispo emérito de la Iglesia Metodista, cumple hoy 90 años y lo celebra con misa.
8 feb, 2013
Por Santiago Baraldi.

“Yo acostumbro hacer lo que hacían los profetas en el Antiguo Testamento: ellos señalaban a los malos reyes, a los malos jueces, señalaban a los ricos y poderosos que explotaban a los más pobres”, dice con su hablar pausado y firme el obispo emérito Federico Pagura, un verdadero profeta latinoamericano, quien hoy cumple 90 años y lo festeja en la iglesia La Resurrección, de Laprida 1483, desde las 20.

Pastor de la iglesia metodista, poeta y músico, Pagura recibió a El Ciudadano en su casa. La charla se interrumpe varias veces por el incesante sonar del teléfono. Son amigos que confirman la asistencia al cumpleaños, radios y diarios que quieren confirmar una entrevista. Se disculpa y sube el volumen de Mozart: “No puedo vivir sin escuchar música”, asegura sentado junto al piano que tocaba su compañera Rita y reflexiona sobre cómo lo toman sus 90 años: “Con mucho espíritu, mucho ánimo, con gratitud a Dios porque me ha permitido vivir tantos años. Sobre todo después de haber perdido a mi esposa hace siete, la vida se me hizo más difícil, pero una manera de homenajearla es seguir trabajando y haciendo las mismas cosas que hice con ella durante 60 años de matrimonio”.

La influencia del abuelo

Federico piensa cada respuesta y eleva su mirada por encima de sus lentes, mira a los ojos y repasa su niñez en su Arroyo Seco natal, la influencia de su abuelo paterno que leía la Biblia a su numerosa familia “y también a los vecinos”; las diferencias con el cura católico que le quemó aquella Biblia americana “con el Nuevo y Antiguo testamento”; su abuelo materno, adinerado, que le prometió pagar sus estudios si se convertía al catolicismo; la mudanza a un conventillo de Rosario y la beca para estudiar primero en el Colegio Americano y luego la secundaria en el Normal Nº 3, donde se recibió de maestro.

“Tenía las dos influencias: la Evangélica por un lado y la Católica por el otro. Eso me hizo muy ecuménico. Hoy día tengo relaciones con dirigentes católicos. La Iglesia Metodista nace en el siglo XVIII, en un intento de renovación y transformación dentro de la iglesia Anglicana; la misma coincide con el comienzo de la Revolución Industrial, por eso es una iglesia que tiene una profunda preocupación religiosa por la transformación del ser humano y una preocupación por la situación social, por la transformación que la sociedad tiene que vivir, conforme a las enseñanzas de los profetas del Antiguo Testamento, como las de Jesús y sus discípulos en el Nuevo Testamento; eso ha caracterizado al movimiento ecuménico. Somos una iglesia pequeña pero es una iglesia que tiene ese compromiso, que es lo más característico que tenemos, compromiso con la transformación de la vida humana y la sociedad: trabajar por los más necesitados”, explica Pagura.

La Biblia junto al diario

Luego de recibirse como maestro en el Normal, Pagura siente vocación por el ministerio y es convocado por el rector de la facultad de Teología en Buenos Aires. Allí se recibe como licenciado en Teología y se ordena como pastor de la Iglesia Metodista. Conoció a Rita estudiando teología. “Fue un amor a primera vista”, dice antes de señalar que su primer destino fue la ciudad de Venado Tuerto. También obtuvo becas para estudiar en el mejor seminario de Nueva York, y recibió la influencia del teólogo Reinhold Niebuhr. “Estudiaba la Biblia con el diario en la mano; ningún teólogo puede entender el mundo de hoy sin las dos cosas, la Biblia y la realidad social y política”, afirma.

Pagura llegó a Mendoza en 1973 y se puso a disposición de los chilenos que escapaban de la dictadura comandada por Augusto Pinochet. “Trabajamos varias iglesias en conjunto para denunciar y asistir a quienes huían de Chile”, recuerda. Y hasta sufrió el estallido de una bomba en la casa donde vivía con Rita y  su pequeña hija, Ana Rita, que “se salvaron de milagro”.

En 1977, en plena dictadura militar, es nombrado obispo de la Iglesia Metodista. “Así nació el Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos. Trabajé 25 años junto al obispo de Quilmes Jorge Novak y también junto a Adolfo Pérez Esquivel, y junto a las Madres”, señala mientras recuerda cuando salía de su casa y Rita desde la ventana veía cómo lo seguían. “En mi oficina recibía las denuncias y también venían ‘servicios’. A cada uno que venía le decía cuál era nuestro trabajo y les daba una carpeta, no tenía nada que ocultar”, cuenta.

La paz en Latinoamérica

Federico Pagura también intervino en el trabajo de paz entre Guatemala y El Salvador, trabajó en Nicaragua y aún guarda una carta que le respondió monseñor Arnulfo Romero antes de su asesinato en plena misa en la capital salvadoreña. Su amistad con referentes del cristianismo como Helder Cámara o Ernesto Cardenal, con quien además de compartir poesías y música coincide: “El católico es conservador y el cristiano revolucionario”.

“Como ahora no estoy en actividad episcopal en la Argentina, sí continúo con el trabajo pastoral. Compromisos ecuménicos o como observador en conflictos que se sucedieron en Latinoamérica, siempre estuve como prenda de unidad”, apunta recién llegado de Puerto Rico y Uruguay, donde lo siguen invitando para escuchar su palabra.

Pagura muestra su preocupación por lo que sucede en el país y afirma que “hoy es tiempo de diálogo. Es lo que necesitamos en Santa Fe, en Rosario, sin importar el partido político. Aquí hay muchos problemas que enfrentar como la pelea contra la droga, donde envenenan a los chicos. Ese combate si no lo hacemos juntos no lo ganamos, lo ganan ellos porque no tienen valores morales que respetar, ellos quieren el dinero, dominar a la población con la drogas para impedir que nos unamos como pueblo. La droga nos divide, nos enfrenta, nos destruye; por ello hay que unirse y un sector solo no puede. No soy de ningún partido político, pero soy de todos, me interesan aquellos que estén dispuestos a servir al pueblo y no servirse del pueblo”, concluye el hombre que dedicó su vida a la lucha por la justicia y los derechos humanos.

La cruz de los Hugonotes con hueso de caracú

Del cuello de Federico Pagura cuelga una imagen: es la cruz de los Hugonotes. Parece de marfil, pero el obispo aclara y cuenta la historia de la figura que actualmente representa el emblema de la Iglesia Reformada de Francia. “Todos creen que es marfil y sin embargo es una cruz hecha con hueso de caracú, tallada por un preso uruguayo que estando en la cárcel Libertad se enteró de mi trabajo pastoral. De la comida que le daban allí, separaba los huesos y les daba vida. Un día lo visitó un pastor amigo y le pidió que me enviara la cruz; hizo dos, la otra para mi mujer Rita. Hace más de 25 años que la llevo conmigo. Nunca supe el nombre de ese hombre ni su destino”, relata.




“Oigo al pueblo y al evangelio”


Luís Emilio Sánchez cura obrero de 86 años
El 14 de febrero de 2013


Como nadie me lo cambio me sigo llamando Luis Emilio. Mi apellido es Sánchez por parte de mi papá y de mi mamá Riesgo. Los dos eran inmigrantes españoles que vinieron a la Argentina, se conocieron acá. Vinieron antes de que termine la Primera Guerra Mundial, entonces el papá de mi mamá había quedado viudo. Los pescó una epidemia de cólera a fines del siglo XIX, entonces mi abuelo fue criando a su hija como pudo. En invierno, la mandaba a Madrid a un colegio de monjas y en verano volvía a su tierra natal que es Asturias, mi mamá es del norte de España, Asturiana. Mi papá, era de Castilla La Vieja, Castilla y León el pueblo Villafranca del Bierzo, y después de muchas vueltas decide venir a la Argentina con mi mamá que tendría unos 16, 17 años. ¿Como se conocen mis padres? En el lugar de del trabajo. Mi abuelo, se instaló en una portería donde estuvo años y años, en la calle Tacuarí al 600. Era portero y buscó una casa de familia donde colocar a la hija como niñera, era gente de origen italiano muy rica, Gianello de apellido. Me acuerdo algunas cosas porque en esa casa viví hasta los siete u ocho años, se conocieron ahí. Esa gente era tan rica que tenía personal de servicio de todo: cocinera, portera, mucama, niñera. Mi mamá era niñera de los nietos del matrimonio mayor, eran unos Italianos que importaban vinos, Florio, una marca más o menos conocida. Ahí se conocieron y puntualmente se casaron. No se fueron a vivir en pareja (risas) como diríamos, hoy. No digo ni que esté bien ni que esté mal. Eran católicos de tradición, se casaron en la Basílica de la Merced, Reconquista y Cangallo. Después que se casaron tuvieron su primer hijo que es mi hermana que todavía vive y tiene 93 años.


De que trabajaba el papá de su mamá y el papá de su papá, cuáles eran sus trabajos en España?

Mis abuelos eran medio labradores, una familia numerosísima. Vivían en una casa donde tenían animales, inclusive. Nunca estuve en España, pero vivían alrededor de ese lugar de Villafranca del Bierzo. Tuvieron muchos hijos mis abuelos. Mi papá Augusto y mi mamá Emilia, igual que el padre, el padre era Emilio Griejo. Mi mamá que yo sepa Emilia solamente. No sé si tenía algún otro nombre. A mi hermana le pusieron el nombre de Consuelo Luisa, nació el 7 de noviembre de 1918 y vivíamos, nos daban la vivienda para vivir. En verano ellos se iban a veranear y quedábamos encargados de la casa.

¿Cuantos hermanos fueron?

Tres, y hubo otro que no sé si nació vivo o no. Hubo un último hermano que nació en el ‘36 pero ya no estábamos más en esa casa. Cuando yo tenía siete u ocho años nos mudamos a Villa Luro donde mi papá y mi abuelo habían comprado un terreno. Por eso soy hincha del “Fortín”, cerquita de ahí estaba la cancha de Vélez Sarsfield de madera. Había hecho dos grados ya en una escuela parroquial que había en la barranca de la calle Viamonte y después ahí me incorpore al escuela del estado del barrio, ahí hice toda la escuela primaria. Después espere… mi hermana ya grandecita había empezado el normal en Lenguas Vivas, tuvo que suspender los estudios cuando nació mi hermano en el ’36, porque mi mamá no andaba muy bien le costaba la retención de lo que estaba viniendo no?. Del último embarazo sí. Pero anduvo bien, nacimos todos en el Hospital Fernández, porque mi mamá había sido niñera de un médico, Carlos J. Manzone.

¿A qué edad entra usted al seminario?

Casi a los veintidós años.
Ya era grande Si, de chiquito había una parroquia en el barrio donde iba porqué me mandaban mis padres, no porque yo fuese demasiado creyente. Ellos eran católicos por tradición, tenían su fe a su modo pero no eran practicantes, con todo el nene tiene que tomar la comunión y me mandaron a catecismo a la parroquia que funcionaba en un cine abandonado del barrio. En Villa Luro. En el año ’35 a los diez años hice la primera comunión, pero después no seguí las prácticas religiosas, esperé un tiempo por razones de salud. Mi papá me consiguió una escuela para ir a estudiar que era mixta del Estado: Escuela Nacional Superior de Comercio de Ramos Mejía, cerca de la estación en la calle French. Hoy se llama Colegio La Salle, totalmente privado. Ahí hice toda la escuela secundaria, tuve de profesor a Ramón Carrillo, el primer sanitarista que tuvo Perón, en Historia Argentina, segunda parte en Anatomía y en Historia de Oriente, Grecia y Roma. Esa materia Historia de Oriente, nos la dio cuando estábamos en tercer año o sea que tendríamos quince años mas o menos. Una de nuestras compañeras Susana Pomar, una rubia divina que nos gustaba a todos, pero le gustaba más al profesor. Supo conquistarla y fue la esposa de Ramón Carrillo. Mucho tiempo después ellos se casaron y como no pudieron tener hijos adoptaron dos, después tuvieron naturalmente dos hijos. Ramón Carrillo estuvo hasta un año antes de la caída de Perón, él ya veía venir todo eso y no estaba de acuerdo con algunas cosas con el gobierno ya, que estaba un poco debilitado y desdibujado. Entonces se va al Brasil donde muere. A ella la he vuelto a ver, está casada nuevamente y adoptó un chico o dos más.

Ahora hace mucho que no me reúno con los compañeros, ya no sé por la edad, la salud y un montón de cosas, si no nos reuníamos últimamente todo los años. Ahí se formaron varias parejas. Una de esas parejas se casaron el mismo año que entré al seminario 1947 y cuando celebraron las bodas de oro del matrimonio, me localizaron, sabían que era cura y me invitaron a concelebrar la misa junto con el cura que los había casado a ellos, para mí fue muy emocionante: Horacio Aguilar y Rubí Escabino.

-¿Me cuenta cómo es el momento en que usted descubre su vocación religiosa?

Nunca dejé de ser creyente pero sí de ser practicante. Después que terminé la escuela secundaria leyendo la palabra de Dios que salía en un periódico nacionalista Peronista, la lectura del Evangelio me atrajo. Me ayudó a descubrir la persona de Jesucristo y me acerqué a la parroquia de mi barrio que se llama San Francisco Solano. Es la misma iglesia donde mataron a Carlos Mujica, en el barrio de Villa Luro, Mataderos. Ahí empecé a militar en la juventud de la Acción Católica. Me tocaron sacerdotes muy buenos que nos fueron guiando hacia una fe vivida y comprometida. Después otro sacerdote que trabajaba en la Acción Católica me fue dando cada vez más compromisos; él ya veía en mi una posible vocación personal hacia el ministerio, hasta que lo fui decidiendo. A todo esto trabajaba y estudiaba en esa época. Trabajé en una compañía de seguros y estudiaba ciencias económicas, terminé primer año. Me acuerdo lo que me costó decirle a mi familia que había tomado esta decisión. ¿Por qué? Porque no lo entendieron para nada. No eran católicos practicantes… mi papá me veía a mi más bien como un doctor en ciencias económicas, con algo de guita y yo atraído por el Jesús del Evangelio quise elegir este camino. Me ofreció comprarme un auto, para que no entre al Seminario. Me resbaló totalmente, no me interesaba el auto. Sentía el llamado por la persona de Jesucristo a seguir el camino, que era él mismo y que él mismo caminó junto con los apóstoles. ¿Y su mamá que decía? Mi mamá sufría, pobre, yo era muy compañero con mi mamá, tomaba siempre mate amargo con ella y sufrió mucho cuando me fui. Mi papá era muy duro conmigo, tal es así, que algunos decían que me había ido al seminario escapando de esa dureza de él. Por ejemplo, nunca me dio la llave de mi casa. Cuando volvía de noche, de contrabando, mi mamá me dejaba las llaves en una ventana para que las pueda agarrar y entrar. La educación solía ser demasiado dura en aquella época, sin mala voluntad. Bueno. Entré en el seminario. En el seminario trataba de ser un buen compañero y era muy estricto en cuanto al estudio y a las cosas que teníamos que hacer. Demasiado estricto, tanto que mis compañeros me pusieron de sobrenombre “el duro”. Mi formación es totalmente pre-conciliar, antes del Concilio VaticanoII. Entré en 1947 y me ordené en 1954. Estudié con los Padres de la Campaña de Jesús, Jesuitas.

-¿Usted es jesuita?

No soy jesuita y nunca tuve vocación a ser jesuita sino que ellos dirigían el seminario de la Arquidiócesis de Buenos Aires.

-¿Y qué pasó con esa vida de seminario? Además de ser un poco duro, ¿estaba ya este germen de interés por lo social?

Claro, porque que mi militancia en la iglesia surge con una militancia política. El 17 de Octubre de 1945 con otro grupo de católicos militantes, hemos fundado la Unión Popular Democrática Cristiana que era un movimiento social cristiano que apoyaba a Perón. Todavía no estaba en el seminario, tenía veinte años. Al seminario entré a los veintidós años, en el `47. Y uno va descubriendo cosas en la vida y era demasiado rígido, de una religión demasiado rígida y tradicionalista. No era un hipócrita, ni un falso sino que lo veía así. Después poco a poco fui cambiando.

¿En qué momento ubica este proceso de cambio, de empezar a ablandarse un poco?

Con la gente en el barrio de Mataderos que fue mi primer destino. Siempre tuve una clara inclinación hacia la Pastoral Social, desde antes de entrar al seminario y no la abandoné en el Seminario y la Pastoral de la salud, también. Siempre me gustó visitar enfermos y estando en el Seminario iba a visitar los enfermos. Muchos de los enfermos que iba a visitar son de un lugar donde me estoy atendiendo ahora, en Oncología del Roffo (tengo en la salida del colon un tumor maligno. Ya hicieron un primer ataque hacia el tumor con rayos y quimioterapia, ahora pienso que va a ser mejor sacarlo). No sólo iba cuando era seminarista sino después me tocó ser capellán del Roffo. Primero estuve en Mataderos, donde ya, algunos cambios se empezaron producir en mí. Después me dieron a elegir entre ir a otra parroquia o ir al Hospital Muñiz de capellán y acepté. Estuve algo más de dos años en el Hospital Muñiz, ahí fue donde se casó mi hermano. Al Muñiz llegué a fines del ´58, cumplí los 33 años ahí, en el hospital y me ayudaron en la misa dos enfermos. Tenía dos grupos ahí: uno de la juventud obrera católica de varones y otro de mujeres, como ves lo social siempre me llevaba.

¿Y cómo aparece la militancia política?

La militancia política partidista la dejé cuando entré al seminario, renuncié a eso, pero siguió en mi el Peronismo adentro, eso sí porque es un fenómeno como tal. Por eso siempre digo que soy peronista de Perón y Evita. Perón, lo dijo mi único heredero es el pueblo en la Plaza de Mayo, yo estaba ahí. Claro se juntan muchas cosas son muchos años no?. Después me trasladaron al Hospital Rawson, estuve dos años. En el Rawson me tocó defender a un dirigente peronista combativo Gustavo Adolfo Rearte. La familia me pidió que me ocupe de él, que esté cerca, tenían miedo de que lo hagan desaparecer y tuve una serie de fricciones con la policía por que cuando lo llevaron a la Cárcel de Devoto no me querían dejar ir. Entonces yo les dije “miren este hombre es católico y tiene derecho a tener atención espiritual en el traslado a la cárcel también. Quiero ir atendiéndolo espiritualmente” y lo aceptaron. Le había regalado una Encíclica de Juan XXIII que se llama “Paz en la tierra”.

Del Muñiz voy al Rawson, del Rawson al Roffo y después estuve en el neuropsiquiátrico de mujeres, el Moyano y después ahí con mis compañeros de común acuerdo - estaba en un equipo de sacerdotes- me aconsejaron dejar esa experiencia hospitalaria que me traumatizaba mucho. Y fui al barrio de Villa Luro a vivir con otros curas de esta línea pastoral más bien conciliar. Ahí éramos tres o cuatro y fue madurando en mí la idea de ser cura obrero. Quise intentarlo en Capital Federal pero el Cardenal Caggiano me dijo que no, pero que busque un obispo que esté de acuerdo con esto y estaba Jerónimo Podesta en Avellaneda. El me dijo que sí, que el primer año no trabaje. De párrocos, acá en Wilde, había dos curas franceses: Andrés Lanzón y Juan Loason. Llegué a Wilde en 1966, un dia antes de la famosa Revolucion Argentina de Ongania, en Junio. Hace 45 años. Apenas llegué el párroco me envió al barrio donde después fue surgiendo la parroquia del Valle.

- Me gustaría volver, hacia atrás ¿Cuándo aparece, si es posterior o anterior a su ordenación como sacerdote, el interés por trabajar? Y otra cosa, ¿Cuándo aparece el Movimiento de Sacerdotes por el Tercer Mundo, cuando usted se une a ellos?

La experiencia de los curas obreros la conocí estando en el seminario. No la asumí totalmente en ese momento pero la miraba con simpatía porque siempre me atraía lo social. Respecto de la otra pregunta, el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo surge estando ya en Wilde y siendo ya obrero en el año 1968, frente a un llamado de 17 obispos de Latinoamérica y de otros lugares a un mundo nuevo y afirmando que el socialismo está más de acuerdo con el Evangelio que el modelo capitalista.

Decidimos entre algunos curas formar el movimiento donde decíamos, entre otras cosas, que optábamos por un socialismo original y latinoamericano. Pero antes de que aparezca el Movimiento de Curas para el Tercer Mundo ya había cierto movimiento: encuentro de curas, movimientos de base hubo, hasta que se formó este movimiento. En eso tiene un papel decisivo, Miguel Ramondetti, Ruben Dri, Andrés Lanzón –que ya no vive-, Carlos Mugica, Pichi Meisegeier. Bueno y así surge de a poco y se va ampliando bastante, después se va restringiendo en la medida en que aumentan las exigencias. Me quedó muy claro, que debemos rechazar el modelo capitalista que es la explotación del hombre por el hombre y optar por un socialismo original y Latinoamericano. En mi, personalmente, influyen los primeros años de mi vida porque en esa casa donde yo nací y fui creciendo, a veces, tuve humillaciones de lo patrones, no de todos ni mucho menos. Pero la abuela mayor era tremenda, tenía que ir a saludarla todos los domingos porque mis padres me mandaban.

- Que tal, buen dia, ¿cómo está? 
- Muy bien hijito ¿y vos? 
- Bien, bien. Bueno, a ver extendé la mano.
Tenía que extender la mano y me ponía una moneda y, lógicamente, le tenía que decir gracias. Eso a mí me quedo gravado. Por eso, tenía hacia los ricos de la sociedad cierta bronca. Hasta que bueno, siendo cristiano descubrí que no, que lo que tenemos que hacer es luchar por un mundo nuevo donde aún esos ricos estén incluidos siempre que acepten que deben desprenderse de sus riquezas y compartirlas con los demás. Por que los bienes son comunes antes que privados.

-En el seminario, la llegada de los curas obreros ¿Cómo era visto?

En el seminario había de todo, era un momento de cambio. No se condenaba ni se avalaba del todo. El movimiento de curas obreros nace en Francia, fue prohibido y recién después Juan XXIII reflota el permiso para todas esas cosas. ¿Cómo llegan acá los curas franceses? Vienen por el lado de la misión de Francia. Por diversos caminos, tienen un seminario especial donde se preparan en Francia. No es como acá que estudié con todos en el seminario y un buen día me agarro la locura de ser obrero, no. Por suerte en el Concilio Vaticano II hay un documento, que habla sobre la vida de los sacerdotes, donde dice que es igual el ministerio de aquél sacerdote que esté en un parroquia, un colegio o aquél que, para compartir la suerte de los obreros, trabaje con sus propias manos. Está muy claro y expreso y ese artículo traté de aprendérmelo de memoria, Como un fundamento de la iglesia para esa experiencia. Por eso lo quise empezar. No me quiso dar permiso el cardenal Caggiano porque ya había habido problemas entre nosotros…Se quiso formar un equipo de curas obreros acá en la Argentina, pero no se logró hacer el equipo.

-¿Por qué?

Por falta de acuerdo entre nosotros. Hay algo que algunos franceses les costaba entender, entre otras cosas, veían con mucho recelo el peronismo. Para ellos, como los comunistas de acá, peronismo era nazi-fascismo. En el año 46 cuando fue la famosa Marcha de la Constitución y la Democracia contra Perón, iban del brazo los comunistas con los conservadores contra la dictadura peronista. No entendían que algo estaba surgiendo desde abajo y que estalló más el 17 de octubre del ’45, el día de la lealtad popular. A esa militancia peronista más bien reservada nunca dejé de tenerla, cuando murió Evita pedí permiso en el seminario, fui al Congreso a rendir homenaje. No me costó demasiado entrar porque iba con sotana y pude estar al lado de ella. El mundo de gente que había... La sotana se usó hasta el año ’65 más o menos, o sea, cuando salí del Seminario usaba religiosamente sotana, rezaba todo en latín. Pero bueno gracias a Juan XXIII que asume en el `58 van cambiando y bastante muchas cosas.

-¿Cuál fue su primer trabajo y cómo fue la decisión de trabajar?

La decisión de trabajar es pensar que en todo, menos, en el pecado debemos encarnarnos en la realidad de los creyentes. ¿Por qué no puede haber un cura obrero? Fui para remplazar a un cristiano obrero, por que la militancia se podría dar a través de los laicos, los que no son sacerdotes. Y Podestá con todo por ser un hombre de avanzada me pidió que el primer año no trabaje, sino que tome contacto con la gente, y así lo hice. Empecé haciendo pequeñas tareas en el barrio. Me acuerdo haber trabajado en una fundición del barrio, apenas aguanté cinco días, era pesadísimo. Ni yo lo aguantaba ni el patrón me aguantaba a mí.

¿Es difícil ser cura?

Se debe tener coherencia de vida entre lo que uno dice y lo que hace. Predicar una cosa y hacer otra. Con respecto al celibato, personalmente no soy partidario del celibato obligatorio, pero sin embargo lo acepté, lo asumí con total libertad y traté de ser fiel a eso. O sea, no tenía una mujer escondida para desahogarme, ni me iba a un prostíbulo, trataba de tener coherencia en mi vida, sin irme al otro extremo en ver algo malo en la mujer. Eso sería totalmente equivocado también. Pero me costó equilibrarme y ponerme en el justo medio. Me costó, pero creo haberlo logrado. A veces, charlo estas cosas con los muchachos en el seminario. De hecho sigue siendo obligatorio el celibato, así que si se ordenan tienen que comprometerse a eso.

A ser célibes.

A ser célibes. Pero es bastante buena la formación que dan hoy día, porque en ningún momento le enseñan que la mujer tiene algo medio diabólico, la que hizo pecar a Adán y cosas por el estilo. No, bastante completa además les hace hacer discernimiento psicológico que sean normales acá y si lo asumen es porque quieren, sin que nadie los obligue.

En realidad, ¿cuánto peso tiene en la vida de un sacerdote ser célibe o no? ¿No forma parte de su vida privada?

Sí, claro la decisión sí. En mi mundo íntimo tomé la decisión de serlo, y es valedero en aquél que se sienta llamado, como es el caso de algunos monjes. Pero nuestra vida es distinta está en el mundo, no estamos llamados a ser monjes, ermitaños. Pero bueno hay cosas que son difíciles de entender pero puede darse el caso que algunos elija el celibato porque quiere, por que se sienta llamado, no porque haya fracasado con una mujer o porque tenga otra forma de sexualidad distinta, no sé si más o menos me explico.

Si. Me gustaría volver sobre los curas franceses y la OPP, del mundo del trabajo que proponen los curas franceses dentro del sacerdocio. ¿Cuándo aparece la OPP?

Por el mundo obrero sería en ese caso, en realidad, los pobres, entonces es algo más amplio que el mundo obrero. La Opción Preferencial de los Pobres en la iglesia aparece en el Concilio Vaticano II, en algunos documentos de Juan XXIII, de Pablo VI y acá en la Argentina o en Latinoamérica aparece en Medellín, documento de Puebla. Los obispos en el año `69 sacan lo que se llamo Documento de San Miguel que también habla de la OPP.

- ¿Y la OPP puede decirse que es una continuidad con el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo?

No la Opción por los Pobres, existía en la iglesia antes que exista este Movimiento. Cuando Francisco de Asís decide lo que hizo está haciendo una opción preferencial él y sus seguidores por los pobres, buscando que toda la iglesia haga esa opción.

Dentro de la iglesia, la jerarquía eclesiástica actual y la que usted ha vivido, ¿cómo se vive esta opción?, ¿cómo es vista, mejor dicho, esta opción? Con una clara simpatía, en muchos casos, como fue el caso de Enrique Angeleli, de Jorge Novak vecino de Quilmes, Jaime De Nevares en Neuquén, Esteban Hesayne en Viedma y hay unos cuantos casos más de obispos que hacen esta opción por los pobres. Pero, creo que en la historia de la iglesia siempre se han dado…

¿Fricciones?

Si. No soy teórico ni especulativo, te cuento lo que en mi vida he tratado de vivir. En el año 1971, en pleno gobierno militar, el movimiento decide hacer un acto para pedir la libertad de los presos políticos y sociales en Rosario. Consistía en reunirnos frente a la catedral de Rosario, leer un documento y pedir la libertad. Nos dijeron que iba a haber represión, decidimos hacerlo igual. Hubo represión y estuvimos tres días presos en Rosario. Yo ya trabajaba con Raimundo Ongaro en la Federacion Grafica Bonaerense y había una peña ese día a la noche en el barrio, acá en la capilla tenia actividad. Los catequistas le explicaron a la gente lo que estaba pasando y el lunes o martes nos dijeron que quedábamos en libertad. Estaba el gobierno de Lanuse que no fue el peor, el más feroz…

-Luis voy a hacer la ultima y me gustaría que se detuviera y que hiciera un racconto de lo que fue su experiencia en el mundo del trabajo. Que me contara cuando estuvo en la Federación Gráfica; verdulero en su barrio, ese tipo de cosas, sobre todo anécdotas.

Te conté de una fundición, después trabaje en un deposito en la Boca –carga y descarga de mercaderías-, antes de Atlantida en 1968 o 1969. Llegué a Wilde en 1966 y en el 1967 empecé a trabajar. En 1969, en Atlantida hasta enero de 1971, ahí me echaron y Ongaro me pidió que me quede trabajando en el sindicato en la Federacion Gráfica Bonaerense, por el mismo sueldo que en el taller colaborando en la Secretaría como asesor gremial, lo cual hice tres años. Después volví a trabajar en un taller en Barracas hasta el golpe militar. Ahí no hubo más nada que hacer. Mi experiencia en el mundo del trabajo fue muy linda, realmente me sentí interpretado, no por los dueños de la empresa, pero sí por mis compañeros. Por eso me eligieron como candidato a presidente del club de personal del Editorial Atlántida, que le produjo sangre en el ojo al patrón porque era él el presidente del club hasta ese momento. Y fue echando a todos los que no integrábamos esa lista, que no ganó. Después de agotados los medios de una reincorporación, me ofreció eso Ongaro y acepté.

Lo de la verdulería en el barrio, surge de un muchacho con el que había estado trabajando en el depósito de la Boca y que tenía problemas de salud. Entonces consiguió autorización para poner un kiosco de verdura. A la tarde le atendía a él el kiosko de verduras y después me iba a mi casa a dormir hasta la noche en que volvía a trabajar en Atlantida. Tenia 44 años, mas o menos y lo hice durante un tiempo. Muy interesante porque el mismo periodismo hace toda una nota al cura verdulero. La gente venía y me pedía, no medallitas, sino manzanas que no estén podridas.

-A modo de cierre cuál sería su síntesis a los 86 y pico de años de esta vida de sacerdote y como hombre.

Le agradezco a Dios que me llamó a la vida, de eso fueron colaboradores mis padres, que en paz descansen, en lo cual pienso que hay una acción de Dios pero que viene del amor entre el varón y la mujer para que se pueda engendrar. Y que me ayudó a descubrir a este Cristo del Evangelio, no al Jesús que está en grandes catedrales, encerrado en el Vaticano, detrás de ciertos títulos como Monseñor… no… al Jesús de carne y hueso que es el hijo de Dios desde siempre. Por eso creo en la divinidad de Jesús, como hijo de Dios, pero creo que también Dios quiso hacerse hermano nuestro y por eso elige una mujer en la cual hace algo que es muy difícil de entender, que es que esa mujer quede embarazada sin haber conocido varón y el fruto de eso es Jesucristo.

Un hombre concreto, real, en el que lo divino y lo humano se unen. ¿Cómo?, no sabría del todo explicarlo, ni definirlo pero creo en el Jesús que es hijo de Dios y en el Jesús que es hijo de María. A lo mejor ahí se explica la devoción mariana de nuestro pueblo. No sé, podríamos seguir hablando muchas cosas más, pero le agradezco a Dios y me sigo sintiendo llamado por ese Jesús. Le estoy ofreciendo a este Dios, en el cual creo, esta enfermedad, este carcinoma y me emocionó bastante el hecho de tener que atenderme en un hospital donde trabajé como cura.

Le sigo pidiendo a Dios que me ayude a ser fiel a todo, al llamado que ese Dios nos hace y al llamado del pueblo. Como decía el obispo Angeleli: debemos tener un oído en el Evangelio y otro oído en el pueblo. No tenemos que tener miedo de meter los pies en el barro. Lo conocí al obispo mucho y realmente la figura de el me “copa” y de Carlitos Mugica, fui compañero en el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo. Soy uno de los que todavía sobrevive. Acá los seminaristas me preguntan, se acercan a charlar y les cuento. Trato de que no se inclinen hacia una iglesia que sea dominadora, sino servidora de los hombres. Pero en su conjunto en la iglesia veo el peligro de una regresión hacia el pasado, no soy el único que lo ve.